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sábado, 21 de junio de 2008

Libertad gratis. Rafael Reig.

En el diario El Público 17.06.2008 el periodista de opinión Rafael Reig comentaba una carta recibida en la redacción sobre la "libertad de elección de centro"que el gobierno catalán estaría poniendo en peligro. No tiene desperdicio

Fui a Barcelona para decir, con mi presencia, que si siguen adelante con el anteproyecto de Ley de Educación Catalana (LEC), ponen en peligro, mejor dicho, me privan de la libertad, que el Estatuto y la Constitución me dan, de escoger el colegio y el tipo de educación que mejor se adapten a lo que quiero para mis hijos. También que trabajo con una escuela concertada diferenciada, con esta ley se pone en peligro la plaza escolar de más de un centenar de hijos de emigrantes procedentes de varias religiones y culturas que hay matriculados, al mismo tiempo que mi puesto de trabajo, ya que trabajo en la sección de mantenimiento del centro.

VALENTÍN ABELENDA CARRILLO SALT (GIRONA)


Oiga, Valentín, diga la verdad y no sea tramposo, ande: nadie le “priva de la libertad de escoger el colegio y el tipo de educación que mejor se adapten a lo que quiere para sus hijos”. Lo único que están haciendo las autoridades es no pagárselo. No es tan difícil de entender. A mí nadie me priva de mi libertad de llevar a mi hija a un colegio con diez alumnos por curso y clases de equitación y pádel. Ahora bien, ¿tienen los demás alguna obligación de pagarme mis caprichos? ¿Tiene usted libertad para ir a un hospital con menús cocinados por Ferran Adrià, orquesta de cámara en la habitación y dos mayordomos por enfermo? Toda la libertad del mundo, faltaría más; pero se lo paga de su bolsillo. La Sanidad pública, como usted comprenderá, no está para semejantes paridas: aquí se desayunan cuatro galletas María y se come pescado hervido.

La enseñanza pública ofrece unos servicios en condiciones de igualdad para todos los estudiantes y con unos contenidos comunes decididos entre todos. La mayoría, mire usted qué cosas, hemos decidido a favor de la educación mixta. Es fácil de entender, me parece. Usted tiene libertad para enviar a sus hijos a un colegio con todos los perendengues que le parezcan oportunos, dentro de ciertos límites. No puede enseñarles cartomancia en lugar de matemáticas, por ejemplo. Sí puede (me imagino) conseguir un colegio en el que las niñas vayan con miriñaque, aprendan costura y bailen el minué; y los niños lleven escarpines a lo Marichalado y aprendan todo lo que hay que saber sobre reverencias cortesanas. Allá usted. Con su dinero, por supuesto: no hace falta ni decirlo.

Por mi parte, como siempre he dicho, creo que la escuela pública debería ser obligatoria y la única existente, y estoy convencido de que su verdadera función es liberar (un poco) a los niños de la nefasta y tóxica influencia de sus propios padres. Es la única igualdad de oportunidades real: que cada niño todavía pueda llegar a ser una buena persona, a pesar de que sus padres sean ya unos cretinos sin remedio.

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