¡Atención, que luego escriben leyes! (como ya sabemos)
En El País del 4.12.2008 se publicaba un artículo de opinión de Ricardo Moreno Castillo, profesor de matemáticas en el IES Gregorio Marañon de Madrid y profesor asociado en la Facultad de matemáticas de la Universidad Complutense, en el que abunda en críticas a la Logse, la "reforma" y la pedagogía que ya hemos visto en diferentes artíuculos de opinión como el escrito hace pocos meses por Arturo Pérez-Reverte o en el Manifiesto "La profesión de profesor"(ver siguiente post)
Moreno Castillo (Madrid, 1950 y catedrático de instituto desde 1975) es autor además de un libro comentado por Savater en el Babelia del 30.11.2008 titulado "De la buena y la mala educación. Reflexiones sobre la crisis de la enseñanza" (Los libros del lince, 2008), de otro libro de temática similar "Panfleto antipedagógico" (Ed. Leqtor, 2007) así como de diversos libros sobre mátematica árabe.
Hemos considerado de interés la publicación del artículo dado que es representativo de ciertos lugares comunes sobre la educación, ejemplo de la falta de rigor con la que se aborda el tema y paradigma del "antipedagogismo" de un sector del profesorado de secundaria del que tenemos buenos representantes en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid (Alicia Delibes, Xabier Gisbert, María Torres…).
También puedes consultar otro artículo suyo con la misma línea argumental sobre la violencia escolar aquí.
Algunos males del sistema educativo. Ricardo Moreno Castillo Fuente: El País 4.12.2008
Un nuevo curso en marcha y estamos como siempre. Desde la reforma introducida por la LOGSE, el sistema educativo español hace agua por todas partes. Los resultados del Informe PISA, que sólo han sorprendido a los ingenuos, han dado lugar a reacciones de lo más variopintas. Unos opinan que la causa del bajo nivel de nuestros estudiantes está en los cambios sociales, otros en la presencia de inmigrantes, y otros en la poca formación de los padres. También hay quienes dicen que la cosa no es para tanto, y que las estadísticas hay que interpretarlas correctamente. Pero a nuestras autoridades educativas ni se les ocurre la posibilidad de que la causa pueda estar en una mala ley de educación. Eso ni se plantea, y la ministra del ramo sigue cantando alegremente las excelencias de nuestro sistema educativo.
En primer lugar, ¿hacían falta los datos que ofrece PISA para caer en la cuenta de nuestro desastre educativo? ¿Es que no podemos ver la realidad hasta que esté traducida en gráficos y estadísticas? Que la famosa reforma educativa es un disparate ya lo llevamos denunciando algunos desde hace tiempo (lo cual, por cierto, nos ha valido ser tachados de fascistas, reaccionarios y nostálgicos), y para ver por qué es un disparate no hace falta esperar a que los sociólogos de la educación hagan sus estadísticas y sus informes, basta con abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor. Hay alumnos que acaban la Educación Secundaria Obligatoria incapaces de operar con decimales, ignorando cosas muy elementales de geometría y, en algunos casos, sin saber la tabla de multiplicar. En muchas facultades de ciencias ha sido necesario implantar un curso cero, que se imparte durante septiembre, donde se enseñan cosas que antes sabía un estudiante corriente de 14 años. Y la necesidad de este curso no se hizo patente hasta que llegaron los primeros alumnos procedentes de la reforma. Que el gamberrismo e indisciplina en los institutos ha subido hasta cotas alarmantes es algo del dominio público, y del descenso del nivel de madurez de nuestros estudiantes hay pruebas cotidianas. No es insólito que un "niño" vaya con su mamá a matricularse a la facultad, y se han dado casos de alumnos universitarios que han ido a la revisión de notas acompañados de sus padres.
A propósito de todo esto, importa mucho aclarar una cosa: si los efectos de la reforma no son todavía más desastrosos, es porque los profesores hacemos bastante más de lo que estrictamente nos corresponde. E importa mucho aclararlo porque también hay quienes achacan el fracaso de nuestro sistema educativo a los profesores, "que no hemos sabido adecuar nuestra mentalidad a los nuevos tiem-pos". Los alumnos llegan a primero de Bachillerato (que empieza a los 16 años) ignorando cosas muy básicas pero indispensables para seguir las asignaturas de matemáticas, de física o de latín. Cumpliendo rigurosamente con su deber, un profesor tendría que empezar por el primer tema dando por sabido todo lo que los alumnos tienen que saber. Y los que no lo sepan, que reclamen a la señora ministra, que mantiene un sistema que concede el título de ESO a quien no lo merece. Afortunadamente, no hacemos así, porque los alumnos son las víctimas del sistema, no los culpables, y casi todos los profesores, la mayoría de los que conozco, nos demoramos explicando cosas que no tenemos ya obligación de explicar en ese nivel. Si los docentes hiciéramos una huelga de celo, cumpliendo estrictamente con nuestras obligaciones pero nada más, el sistema se hundiría en muy poco tiempo. Por ello, la acusación de que los profesores no hemos sabido adaptarnos a la nueva situación es injusta, y también interesada, porque es otra manera más de los creadores del despropósito de eludir sus responsabilidades.
Los defensores de nuestro sistema educativo sostienen que, con todos sus defectos, consiguió escolarizar a todo el mundo. ¿Pero qué significa realmente "escolarizar"? Si un alumno está en una clase sin enterarse de nada porque tiene varias asignaturas pendientes del curso anterior, no está escolarizado, está encerrado entre cuatro paredes. Quien llega al final de la ESO redactando mal y escribiendo con faltas de ortografía, no ha estado escolarizado, ha estado encerrado entre cuatro paredes. Si un alumno quiere aprender pero no puede porque se lo impide el alboroto de algunos compañeros, no está escolarizado, está encerrado entre cuatro paredes. Un lugar donde los derechos de quienes no quieren aprender están más protegidos que los derechos de quienes sí quieren, sólo por abuso de lenguaje puede ser llamado centro educativo. Con el sistema anterior los alumnos acababan la enseñanza obligatoria a los 14 años mejor preparados que los que la acaban hoy a los 16. Que en más años se obtengan peores resultados no parece precisamente un progreso.
Entre los males de nuestro sistema está la proliferación de unos presuntos expertos que, usando un discurso vacío, están empeñados en intervenir en la formación de los docentes. Algunos de ellos son profesores de instituto que han desertado de la tiza y aprendido la jerga pedagógica. No tienen que soportar las consecuencias de sus propias teorías, pero se dedican a dar cursillos a quienes seguimos dando clase. Otros son profesores de Universidad, que jamás han trabajado con alumnos de instituto, pero que hablan del tema con el atrevimiento propio de los ignorantes. Veamos algunos ejemplos. Hay un sesudo pedagogo que afirmó que señalar en color rojo las faltas de un examen era vejatorio para el alumno, y otro, más inteligente todavía, que llegó a decir que los fallos y los errores son una expresión de la creatividad de los niños. Sé de otro, de la Universidad de Murcia, que impartiendo una conferencia sobre la educación para la salud, dijo que un profesor de física también podía contribuir a este aprendizaje estudiando en clase la elasticidad de los preservativos. En la Universidad de La Coruña hay quien sostiene que los profesores no entienden el mundo en que viven por culpa de su subconsciente franquista, y en la de Málaga quien afirma que, como los alumnos están colocados en hileras, la comunicación horizontal entre ellos es imposible. Este mismo profesor se lamenta de que el saber, en la escuela, es jerárquico y circula de modo descendente (¿qué tendrá de malo que los conocimientos vayan desde quien los tiene hacia quienes carecen de ellos?). Otro, éste de la Universidad de Zaragoza, dice que el profesor no debe ser quien detenta la ciencia dentro del aula, ni que su objetivo sea transmitirla a los alumnos (¿quién ha de "detentar" entonces la ciencia dentro del aula?).
Hay un profesor de la Universidad de Valencia que critica a los profesores porque no leemos libros de pedagogía. Esto es una buena noticia: mientras los docentes sigamos reacios a estas necedades, la cosa todavía puede tener solución. Pero lo más grave es que, si no se pone pronto remedio, de estos ignorantes dependerá aún más que hasta ahora la formación de los futuros profesores. Dios nos coja confesados.
Una ocasión perdida. JULIÁN MOREIRO - IES Ciudad de los Poetas. Madrid El País 06.12.2008
ResponderEliminarSi no he entendido mal a mi colega Moreno Castillo (Algunos males del sistema educativo, EL PAÍS, 4 de diciembre), la responsabilidad de que haya alumnos que terminen la ESO siendo "incapaces de operar con decimales", "sin saber la tabla de multiplicar" o "redactando mal y escribiendo con faltas de ortografía" recae en una reforma educativa disparatada, en el gamberrismo e indisciplina alarmantes que viven los institutos, en el infantilismo de los alumnos (fomentado por sus padres) y en las "necedades" con que nos regalan los pedagogos y otros "presuntos expertos" en educación. Los profesores, en cambio, "hacemos bastante más de lo que estrictamente nos corresponde" y, gracias a eso, el sistema no se hunde. Lástima que, para una vez que uno de los llamados "profesores de a pie" tiene acceso a una tribuna periodística tan influyente, quede estrepitosamente en entredicho nuestra capacidad de autocrítica.
Respuesta a Julián Moreiro. RICARDO MORENO CASTILLO - Madrid - El País 09.12.2008
ResponderEliminarEn una carta al director publicada en EL PAÍS del 6 de este mes, Julián Moreiro sostiene que en mi artículo del día 4 sobre los males de nuestra educación ha quedado en entredicho la capacidad autocrítica del profesorado. Lamento parecer tan poco autocrítico, pero cada palo ha de aguantar su vela, y la responsabilidad de la delirante ley de educación que soportamos corresponde, única y exclusivamente, a los políticos que la elaboraron y a los legisladores que la votaron (muchos de los cuales, por si acaso, llevan a sus hijos a colegios privados: los experimentos pedagógicos son muy divertidos siempre que se hagan con los hijos de los demás). Tampoco es responsabilidad de los profesores la cancha que hoy día tienen quienes viven de la jerga pedagógica. Colega Moreira: si una ley obligase a los cirujanos a entrar esposados en el quirófano, la responsabilidad del aumento de operaciones fallidas sería exclusivamente de esa ley, y no valdría decir que los cirujanos tienen que hacer una autocrítica.
¡Qué suerte tienen algunos! Soy una maestra con muchos años en la enseñanza y ahora, tras acabar de estudiar psicopedagogía, me doy cuenta de todo lo que no sabía y, peor todavía, que nunca me enseñaron ni en la facultad ni en los cursos de formación "continua" y que hubiera ayudado a que mis clases fueran mejores.
ResponderEliminarY eso que yo si que hice "Formación del profesorado de EGB"y alguna idea sacas
No quiero ni pensar todo lo que no sabe este "catedrático" y lo peor, se escapa a mi comprensión que no quiera aprender ni que se les enseñe a los nuevos profesores.
Y así nos va a mi y a mi hijo que tras dos años de ESO, NUNCA ha redactado un texto en Lengua. Eso si, el profesor pegadito al libro de texto, ¡ejerciendo su gran formación!
¡Cuánta ignorancia!