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viernes, 20 de febrero de 2009

Carta a la Presidenta: Una inmensa chapuza

Profesionales de la educación infantil denuncian las medidas de Aguirre

Señora presidenta:

No pasa un solo día en el que no tengamos que mencionarla, y no precisamente para alabar su buena gestión en materia educativa, sino más bien al contrario. Nos obliga diariamente a salir adelante sin heridas de guerra en nuestras Escuelas Infantiles, esas que usted califica de "excelentes" y que hasta su llegada lo eran, aunque su afán por mejorar esta excelencia termine por convertirlas en una burda parodia de lo que eran, la Red Pública de Escuelas Infantiles y Casas de Niños de la Comunidad de Madrid.

Fuente: El País Fotografía: Uly Martín

A lo largo de su historia, la educación infantil ha tenido que luchar para defender su identidad como etapa educativa, pero nunca antes las políticas economicistas de las administraciones públicas habían sido tan feroces. Las políticas neoliberales de su Gobierno, la nueva normativa desarrollada junto con la incorporación a la red pública de un modelo privado, mucho más barato pero sin las mínimas garantías de calidad, evidencian una clara intención por su parte de reemplazar el modelo de centro actual.

Así que puede usted imaginar nuestra perplejidad, la de los padres y las madres, abuelos y abuelas, familiares, personas afines y profesionales, al escuchar sus intervenciones, en las que habla de esta magnífica red y de su calidad educativa, al mismo tiempo que intenta vendernos que aumentar el número de niños en el aula no es abarrotar las clases (cuatro niños más en 2-3 años, y uno en aulas de 1-2), que no tiene gran repercusión para los niños y, sin embargo, muchas familias se van a beneficiar de esta medida porque van a conseguir la tan deseada plaza pública. Además, ha abierto la puerta a una rebaja en la cualificación profesional de los trabajadores. Ha reducido e incluso ha hecho desaparecer los espacios necesarios: despachos, cocinas, almacenes, biblioteca, sala de profesores, etcétera; prevé un espacio insuficiente para los niños, puesto que establece dos metros cuadrados por niño, mientras que en las recomendaciones de la red europea figuran como mínimo siete metros cuadrados.

Esos decretos dejan suficientemente claras las intenciones economicistas de su política y derogan la orden vigente 60/2000, que regulaba, mejorando, los requisitos mínimos de los centros pertenecientes a la red pública.

Lógicamente, y en consonancia con su política neoliberal, se ha producido un cambio en la aportación económica que hasta ahora realizaban las familias. Por una parte, anula la gratuidad de las cuotas para las rentas más bajas, y, por otra, modifica la fórmula porcentual para su cálculo, que establecía el tramo progresivo de cuota en función de la renta per cápita, con la perversa arbitrariedad de ser máxima para las rentas más bajas dentro de cada tramo. Curiosamente, reduce a la mitad la aportación para las rentas más altas.

Y voy sumando: más niños, menos profesionales y con menos cualificación, se incrementa el costo para las familias que menos tienen y se disminuye para las que tienen más, al tiempo que se abaratan las inversiones para la financiación del primer ciclo de educación infantil.

Con esta innovación en el campo de la gestión educativa usted pretende el más difícil todavía: que la escuela infantil pública no cueste dinero a las administraciones públicas. Es ciertamente dudosa la fórmula, porque si no hay fondos públicos, ¿de dónde saldrá el dinero para sostener los centros? Usted lo resuelve magníficamente. Apliquemos el decreto que minimiza los requisitos de los centros, subamos la aportación de las familias y estrujemos un poco más a las empresas gestoras de las nuevas escuelas. El resultado: una inmensa chapuza, que no conserva del modelo nada más que el nombre y el esfuerzo de los profesionales.

En esta situación se encuentra la educación infantil en Madrid. Cada vez hay menos espacios para la reflexión sobre la labor educativa y se requieren más para entender el conglomerado de normas, pliegos, dineros... que son necesarios para poderla desarrollar. Nosotros, la junta de portavoces de Escuelas Infantiles y Casas de Niños de la Comunidad de Madrid, reclamamos el derecho de los niños y sus familias a una educación pública de calidad y el nuestro, como profesionales de la etapa de la vida más importante en el desarrollo de la persona.

Señora presidenta, somos profesionales reconocidos, pero no hacemos milagros. Es absolutamente imposible continuar realizando un trabajo de calidad con las aportaciones tan magistrales de su Gobierno. Incluso el Defensor del Menor está realizando un estudio sobre la repercusión de la aplicación de sus geniales normativas en las aulas de nuestros niños. Todos le rogamos que, por favor, deje de trabajar en su modelo y escuche las voces de la calle. Huelgas, manifestaciones, concentraciones, falta de diálogo... Sólo por un motivo, por la dignidad de la educación infantil y el respeto a sus profesionales.

Lourdes Quero López es directora de la Escuela Infantil El Escondite de Fuenlabrada y representante de la junta de portavoces de Educación Infantil Pública 0-6.


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