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martes, 1 de septiembre de 2020

Francisco Giner de los Ríos. Discurso inaugural curso 1880-1881

Fragmento del discurso inaugural del curso 1880-1881 en la Institución Libre de Enseñanza.

Una autoridad insigne lo ha dicho: «Si veis en la escuela niños quietos, callados, que ni ríen ni alborotan, es que están muertos: enterradlos››.
Pues ese principio severo, ese axioma de vitalidad que hace del trabajo el medio ambiente y natural del hombre, y lo corona de alegría, no lo ha traído al mundo la pedagogía moderna en balde, ni sólo para la escuela primaria, donde, por desgracia, apenas aún existe; penetrad bien su íntimo sentido y extendedlo entonces sin pueril recelo a todos los grados de la educación y la enseñanza.

Transformad esas antiguas aulas; suprimid el estrado y la cátedra del maestro, barrera de hielo que lo aísla y hace imposible toda intimidad con el discípulo; suprimid el banco, la grada, el anfiteatro, símbolos perdurables de la uniformidad y del tedio.

Romped esas enormes masas de alumnos, por necesidad constreñidas a oír pasivamente una lección, o a alternar en un interrogatorio de memoria, cuando no a presenciar desde distancias increíbles ejercicios y manipulaciones de que apenas logran darse cuenta.
Sustituid en torno del profesor todos esos elementos clásicos por un círculo poco numeroso de escolares activos, que piensan, que hablan, que discuten, que se mueven, que están vivos, en suma, y cuya fantasía se ennoblece con la idea de una colaboración en la obra del maestro.

Vedlos, excitados por su propia espontánea iniciativa, por la conciencia de si mismos, porque sienten ya que son algo, en el mundo, y que no es pecado tener individualidad y ser hombres.

Hacedles medir, pesar, descomponer, crear y disipar la materia en el laboratorio; discutir como en Grecia los problemas fundamentales del ser y destino de las cosas; sondear el dolor en la clínica, la nebulosa en el espacio, la producción en el suelo de la tierra, la belleza y la historia en el Museo; que descifren el jeroglífico, que reduzcan a sus tipos los organismos naturales, que interpreten los textos, que inventen, que descubran, que adivinen nuevas formas doquiera...

Y entonces, la cátedra es un taller, y el maestro, un guía en el trabajo; los discípulos, una familia; el vínculo exterior se convierte en ético e interno; la pequeña sociedad y la grande respiran un mismo ambiente; la vida circula por todas partes, y la enseñanza gana en fecundidad, en solidez, en atractivo, lo que pierde en pompa y en gallardas libreas.
Laboratorios de la nueva educación. En el centenario del Instituto-Escuela. Institución Libre de Enseñanza

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