Páginas

domingo, 14 de septiembre de 2008

La Guerra contra la escuela pública americana

Es difícil clasificar al partido popular dentro de las coordenadas de los partidos de derecha europeos.

Su forma de hacer política en blanco y negro, la utilización magistral de la propaganda, los juicios de intenciones hacia quienes no piensan como ellos le asemejan más a la alianza de ricos y cristianos fundamentalistas que conforma a los republicanos americanos. No es extraño que la Condesa de Murillo, Esperanza Aguirre, haya asistido a la Convención Republicana con sus fieles asesores.

Por eso resulta de interés el libro "La Guerra contra la escuela pública americana. Privatizar las escuelas, convertir la educación en un negocio" que pone palabras a lo que estamos sufriendo en nuestra comunidad.

Al igual que los documentales de Michael Moore nos ayuda a comprender la estrategia y el marco ideológico de la derecha madrileña proporcionándonos una estupenda herramienta para desmontar su discurso.

Recogemos una reseña del libro.
Reseñado por Mary P. McGuire, State University of New York, Cortland. 17 de marzo de 2003

Gerald W. Bracey’s La guerra contra las escuelas públicas en los Estados Unidos: Privatizando las escuelas, comercializando la educación.
Gerald Bracey presenta un argumento convincente en el sentido de que todo el espectro de diversidad escolar –desde las escuelas “Charter” hasta los “Cheques”- está promovido y soportado por un movimiento interesado en convertir la educación en los Estados Unidos, en un renglón económico rentable. Su argumento está bien armado y bien escrito para el beneficio del lector y lo sustenta con una aproximación triple. En primer lugar demuestra que las estadísticas alarmantes de la educación, que aparecen en los informes públicos y en los medios, a menudo son análisis realizados por aquellos interesados en erosionar el status quo de la educación. Los análisis están sesgados para presentar un panorama oscuro de la educación pública. En segundo lugar demuestra que los enemigos, con intereses económicos en la educación, proponen la creación de una variedad de opciones disponibles para los padres y los alumnos. Finalmente, él presenta evidencia de que la situación actual de la oferta no va a mejorar mucho. Por todo esto el autor proclama que la idea de que los privatizadores estén motivados por ayudar a la juventud estadounidense debe ser puesta bajo sospecha.

El estado de la educación en Estados Unidos

Gerald Bracey asevera que los medios presentan una visión apocalíptica del estado de la educación, a un público que prefiere malas noticias. Las voces que deberían indicar cuál es la salud relativa del sistema están mudas; en parte, porque nadie quiere oirlo y, por otro lado, porque nadie está interesado en mejorarlo. Para qué decir que la educación anda bien si se quieren más recursos para ella o si bien, quiere cambiarla radicalmente? Para qué decir algo si Ud. está de acuerdo con el stutus quo? Cuando el sistema es atacado desde afuera los defensores de adentro apenas si reaccionan a la defensiva. Por tanto, los medios y todos aquellos que desean cambiar la educación se benefician difamando al sistema.

El autor analiza “El Estudio internacional de Matemáticas y Ciencia” y demuestra que los estudiantes en los Estados Unidos tienen un rendimiento inferior frente a sus pares en otros países. Por ejemplo, él dice que: “Oigan, estamos en el puesto No. 19” (John Leo U.S. News and World Report, 199, marzo 19, p.14) y otros titulares igualmente alarmantes, significan muy poco, en parte porque la diferencia entre el número correcto de respuestas es muy pequeña y el número de empates es muy alto entre los países. Por ejemplo, en Estados Unidos el promedio de respuestas correctas fue de 58 en la prueba de ciencia en la secundaria (TIMSS), lo que deja al país en el puesto 19, empatado con Rusia, Nueva Zelanda, Noruega, Hong Kong y Alemania. Con una respuesta correcta adicional, el empate hubiera sido con Canadá, Irlanda, Suecia y Australia (todos en el puesto 14). Con una respuesta menos Estados Unidos hubiera quedado empatado con los países del puesto 23 (Tailandia, Israel, Suiza y España). (p. 49). De hecho los estadounidenses obtuvieron 12 preguntas correctas menos que los de Singapur que fueron los mejores y 31 preguntas correctas más que los últimos, que fueron los surafricanos. El autor, de igual manera, corre el velo sobre el hecho de que en otras pruebas TIMSS y en las pruebas SAT las diferencias son también muy pequeñas. Su conclusión es que los enemigos del sistema actual están manipulando los resultados para hacer creer que los estudiantes norteamericanos están rezagados.

Otros han interpretado que a los estudiantes de Estados Unidos les va más mal en las pruebas de ciencias y matemáticas en el octavo grado que en el cuarto, en comparaciones internacionales, debido a que el currículo en casa es más amplio que profundo. Tratamos de enseñar más habilidades a los niños cada año y así nos queda menos tiempo para profundizar en áreas cubiertas por las pruebas internacionales (Schmidt et al.). El autor se refiere a esto cuando discute el hecho de que los niños estadounidenenses están sobrecargados de contenidos (pp.45-46).

También argumenta el autor que en la escuela media se tiene la tendencia a concebir los años entre el 5to y el 8vo grados como el fin de la educación primaria. En muchos países los niños en los rangos de edad equivalentes están empezando la escuela secundaria. Por esta razón los estudiantes en Estados Unidos están repasando los conocimientos de ciencias y matemáticas de la primaria, cuando sus coetáneos en otros países son introducidos a los contenidos de la escuela secundaria. En resumen, se espera que los niños de Estados Unidos obtengan resultados más bajos si son introducidos más tardíamente al álgebra y a la geometría (pp. 47-48). Es más, estos datos no pueden ser usados para predecir los resultados al final de la secundaria como lo han hecho Moe y Bailey (p-12).

¿Quienes son los enemigos de la educación pública en Estados Unidos?

El autor sugiere que existe toda una variedad de intereses, aparentemente desconectados, que asedian la escuela pública. Fundaciones conservadoras, académicos, negocios e industrias, cristianos conservadores, y políticos estatales, todos tienen razones para golpear el status quo de la educación en este país. El autor ve estos intereses, la mayoría no relacionados, como si trabajaran al unísono para apoyarse mutuamente, quizá de manera informal, en el afán de crear temores acerca del estado de la educación y en la consecuente promoción de alternativas distintas.

Los fiscalizadores conservadores están interesados en reducir el tamaño del estado y reducir los impuestos. Según Bracey, la educación es simplemente otra actividad gubernamental que los conservadores quieren reducir. La introducción de la competencia entre las escuelas y la disminución del rol gubernamental achica al estado y reduce los impuestos a la vez que abre el camino para sacar ganancia de la ecuación. Yo me quedé perplejo al informarme de que Lehman Brother’s publicó un panfleto proclamando que, igual que con la salud y con las prisiones, los privatizadores están decididos a tomarse el sistema educativo para obtener ganancias (pp. 6-7). Aquí el autor señala que independientemente de que la opción sea escuelas privadas o escuelas Charter, el sistema puede ser rentable. La mayoría de las escuelas Charter que sobreviven por más de un año están manejadas por compañías de gerencia escolar con ánimo de lucro (p72). Tales compañías han atraído la atención favorable de analistas de Wall Street cuya fe en las posibilidades de ganancia en este sector ha permitido su crecimiento. Lamenta el autor que esa fe este fundamentada sobre el desconocimiento del cambio radical que la privatización representa para la educación.

Para los académicos que investigan la Educación, esta es una fuente de financiamiento. Sin embargo, los proyectos de investigación que se financian no son los de aquellos que presentan hipótesis favorables al status quo del sistema. Por tanto, los profesores que necesitan obtener financiación para poder mantenerse en sus puestos, se benefician más de hipótesis que promueven las reformas. Cuando se estudian reformas, se supone que esta es necesaria (p.56).

Los negocios y la industria
siempre se han beneficiado al convencer al gobierno de que deben subsidiar el entrenamiento de la futura fuerza de trabajo. Al producir gente joven preparada para trabajar en las fábricas y las oficinas, el gobierno reduce los costos de entrenamiento que debería asumir la industria misma. Los cambios en la economía y en la misión de la industria conduce a demandas de cambio en el sistema escolar. Así la “computarización” muy rápida de la economía exigió que los graduandos del bachillerato estuvieran alfabetizados en computadores. Como lo indica el autor, pocos trabajos requieren competencias en computación más allá de el uso de softwares amigables. Entre las 10 profesiones que están creciendo más rápidamente en los Estados Unidos, 5 requieren, verdaderamente, conocimiento en computadores. Todas estas 5 profesiones están creciendo rápido porque el porcentaje de personas que trabajan en ellas también ha crecido rápido a partir de una fundación muy pequeña. Sin embargo, si miramos el cambio en términos absolutos, sólo una ocupación de las que requiere tal competencia está en el primer lugar de las 10 mencionadas. Por tanto el autor del libro argumenta que el riesgo para la economía, supuestamente engendrado en el analfabetismo computacional, es ante todo una ficción fabricada (pp. 10-11).

Los cristianos conservadores están interesados en usar fondos de los impuestos para fundar educación religiosa. Por tanto, ellos apoyan los cheques escolares, que permiten a los padres usar dineros públicos para enviar a sus hijos a escuelas parroquiales (pp. 11-12). El hecho de que la corte suprema haya decidido que entregar los cheques escolares a los padres para ser invertidos en escuelas religiosas, en Cleveland, no representa una violación al First Amendment (Junio 28, 2002, Zelman vs. Simmons- Harris), convierte la discusión del autor, sobre las motivaciones y las técnicas políticas de este asunto, en un tema de la máxima actualidad.

Mientras otros ven el movimiento de la diversidad escolar como un interés naciente por la política en Estados Unidos (Morken y Formicola, por ejemplo), el entendimiento amplio de diversidad escolar - incluyendo cheques escolares, charters, magnets y escuelas en el hogar - el autor es convincente en su aseveración de que existe un movimiento político activo subterráneo a favor del mismo. Conectando los intereses varios y aparentemente no relacionados, que apoyan el movimiento, el autor induce a una seria reflexión. Es sorprendente saber que William Bennet, un conservador, social-religioso ex secretario de educación, utilizó estadísticas obtenidas por el científico político y conservador fiscal, Terry Moe para un libro sobre inversión en la industria de la educación (p. 12). Esto parece ser un indicativo del valor de los intereses sobrelapados que, según sugiere G. Bracey, están promoviendo el movimiento.

Este autor está firmemente opuesto a la privatización del sistema de educación de los Estados Unidos en todos sus formas y disfraces. Él lo ve como una amenaza para la contabilidad social en un sector con financiación estatal, y como un esfuerzo mal dirigido, puesto que la escuela privada tiene la tendencia a utilizar su capacidad para desechar los estudiantes menos exitosos; por tanto se convierte en una fuente inapropiada de ganancia. El agrega que el supuesto éxito de la escuela privada está sobredimensionado y en ningún momento es indicativo de lo que pasará si la privatización se hace más extensa.

El libro es de obligatoria lectura. El autor efectivamente demuele las estadísticas usadas para demostrar el fracaso de las escuelas públicas. El lector queda con la impresión de que más que privatizar un sistema que funciona bien para la mayoría de los niños, debe dejarse en pié, a la vez que se agreguen más recursos económicos en las escuelas que no están haciendo un buen trabajo.

El autor utiliza anécdotas jocosas, tales como el afán de desacreditar la educación científica de Estados Unidos, cuando el programa espacial ruso ridiculizó a los estados Unidos con el Sputnik, pero no se dio ningún crédito con resultados tan obviamente exitosos como la llegada a la luna. En forma similar el sistema de educación fue culpado de la perceptible falta de competitividad cuando la economía japonesa se hizo fuerte en la década del 80; pero no se refiere al éxito estadounidense cuando la economía fue exitosa a la vez que la japonesa sufria una caída en los 90 (pp. 38-40). El autor contextualiza su argumento históricamente, lo que inhabilita a sus críticos para usar una historia de declinación que anule las escuelas de Estados Unidos, tras revelar las falencias en los reportes de los supuestos bajos puntajes en el SAT (pp.57-61) y el desarrollo de un modelo educativo tipo fábrica para el cambio siglo.

El estudio de los casos de Chile, Milwaukee, Cleveland y San Antonio, permite ver a los lectores los resultados de la diversidad escolar, en forma mezclada, cualitativamente. El autor asevera que ninguno de estos modelos han producido mejorías reales en la educación de los niños.

En general, el autor desarrolla un argumento convincente en el sentido de que la diversidad escolar debería ser vista como una conspiración que pone en peligro un sistema enormemente exitoso, para el logro de las metas variopintas de sus proponentes. Sin embargo el uso ocasional de calificativos tales como “aparentemente” o “rumorado” hace al autor vulnerable a la crítica. El empleo de afirmaciones no substanciadas parece estar fundamentado en un deseo de presentar el movimiento en una forma tan alarmante como sea posible. Por ejemplo, él escribe que “Lehman Brothers supuestamente envió plegables a sus clientes...” (pp. 6). Puesto que su método es sólido y él es crítico del uso de estadísticas sesgadas y alusiones indirectas, su trabajo hubiera sido más difícil de contradecir si hubiera revisado su escrito hasta estar seguro de los hechos, o si hubiera omitido los historias no substanciadas, independientemente del valor retórico.

Algunos de sus argumentos son capciosos. Si bien es cierto que la mayoría de los trabajos no requerirán conocimientos avanzados en computadores en un futuro cercano y que la industria se beneficia de que la escuela provea estas habilidades, también es cierto que para tener una oportunidad competitiva en muchos de los trabajos mejor pagados, los estudiantes se beneficiarían si adquieren este entrenamiento. A pesar de la providencia reciente de la Corte de Apelaciones de New York, en el sentido de que el Estado sólo tiene que proveer una educación básica para la participación ciudadana, existe una amplia expectativa social en el sentido de que lo jóvenes deben ser bien preparados para el mercado laboral.

Yo utilicé este libro en un curso sobre política educativa; los estudiantes que lo leyeron aprendieron mucho sobre el uso de la retórica y las estadísticas, tanto como de la privatización de las escuelas. El libro es tan convincente que juzgué necesario incluir un libro que defienda la posición opuesta con el ánimo de que los lectores menos informados no se dejen convencer tan fácilmente.

“La guerra contra las escuelas públicas en Estados Unidos: privatización escolar y comercialización de la educación” es una interesante contribución a la investigación sobre diversidad escolar. Es un libro conciso en el que el autor es capaz de agrupar varias formas de diversidad escolar con sus proponentes y ofrecer un análisis crítico de ellos, en forma individual y colectiva. El libro es una importante adición a la bibliografía sobre política educativa.

Referencias

Schmidt, W., Houang, R., y Cogan, L. (Verano, 2002). A coherent curriculum: The case of mathemathics, The American Educator.

Morken, H. y Jo Renee Formicola, J. R. (1999). The Politics of School Choice. New York: Rowan & Littlefield Publishers Inc.

Sobre la autora de la reseña

Mary P. McGuire, Profesora asistente. Departamento de Ciencias Politicas. Universidad Estatal de Nueva York, Cortland

Traducción de Sergio A. Loaiza y Diego M. Verano, del Club de traducción del grupo CHHES, coordinado por Jorge Ossa, con autorización de Education Reviews, para la revista Uni-pluri/versidad (Medellín, Colombia)
Enlace original

No hay comentarios:

Publicar un comentario