viernes, 17 de enero de 2020

El 50 aniversario del colegio público Palomeras Bajas @vallecasva

Ana Recover-profesora del CEIP Palomeras Bajas
Barracones del curso 1969-70
Este curso celebramos en el CEIP Palomeras Bajas los 50 años desde que el colegio abrió sus puertas al barrio en la calle de Felipe de Diego, 6. En el curso 1969-70 comenzó un proyecto de escuela comprometida con el barrio, basado en el aprendizaje a partir de los intereses del alumnado, su participación y su autogestión. Una educación donde el compromiso y la responsabilidad del alumnado es la base fundamental de su aprendizaje.

Eran tiempos en los que había mucho barro en las calles, que aún estaban sin asfaltar, y en los que las casas eran bajas y las familias vivían hacinadas. “Palomeras, en 1969, era un barrio sin escuelas, sin servicios de ningún tipo, un barrio sin consideración urbana, ni siquiera rural: era un barrio que administrativamente no existía. Y pese a todo, en la zona del barrio que nos ocupa, vivían unas 5.000 familias”, refleja el libro ‘Autogestión en la escuela, una experiencia en Palomeras’ de Francisco Lara y Francisco Bastida.

Fue entonces cuando un equipo de cinco profesores, comprometidos con el cambio social, se propuso iniciar un camino nuevo en la educación pública. Posteriormente algunos de estos profesores dejaron esta experiencia y otros nuevos se incorporaron, pero queremos recordar especialmente a Paco Lara, Paco Bastida, César y Luis, y fueron los dos primeros los que permanecieron en la escuela por muchos años.
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Unos duros inicios

Los primeros 10 años fueron muy duros. Fueron años de búsqueda e inspiración pedagógica en Freinet, Montessori, Neil, etc… todas ellas experiencias alternativas a una escuela tradicional y clasista. Había que inventar nuevos materiales escolares y era mucho el trabajo a hacer: fichas, letras de lija, etc… para conseguir que el aprendizaje entrara a través de todos los sentidos.

Comenzaba su andadura una escuela que cuestionaba muchos de los principios tradicionales que se vivenciaban hasta entonces: “El maestro/a no es quien enseña y el niño/a quien aprende”. En nuestra escuela todas aprendemos de todos; “el maestro/a no es quien sabe todo porque los niños/as no llegan a la escuela huérfanos de conocimientos”. Partiremos de los conocimientos del alumnado; “el maestro/a no siempre tiene la razón porque los alumnos/as tienen su propia opinión y ésta cuenta y mucho en esta escuela nueva”. Ellos son los protagonistas principales y esta escuela pretende darles la palabra;” a esta escuela acuden los hijos de los trabajadores/as y el profesorado renuncia a ser la correa de trasmisión de los valores de las clases dominantes”. Aspira a hacer seres críticos y comprometidos con el momento social y político que estamos viviendo; y los aprendizajes deben servir para la vida y el niño/a cuenta como persona y debe ser protagonista de su aprendizaje.

El gran destrozo

Esta manera de trabajar en la escuela hizo que algunas personas del barrio (un barrio promovido por la falange) vieran en ella a un enemigo y el 31 de diciembre de 1976 sufrimos un gran destrozo. “Entraron en la escuela dedicándose durante varias horas a aniquilar cuanto había en ella… todo quedó destruido, machacado, deshecho. Los libros descuartizados, las cajas de madera que contenían materiales, rotas a golpes… todos los trabajos y carpetas de los chicos esparcidos por el suelo y revueltos en un confuso montón. De esta labor destructora no se libró tampoco el edificio. Rompieron cristales y ventanas, las cerraduras de las puertas, dejando el colegio a merced del que quisiera entrar… Acudimos inmediatamente al Ministerio de Educación y nos dijeron que mandarían un técnico para evaluar los daños, pero el 4 de enero, por la noche, como la escuela estaba abierta, entraron a llevarse cosas y prendieron fuego y se destruyó de manera definitiva parte del colegio y con él lo que hubiera podido salvarse. El agua de los bomberos hizo el resto”, aparece en el mencionado libro ‘Autogestión en la escuela’. ”Nos embargó un sentimiento de impotencia; teníamos la sensación de que allí nada se podía hacer y de que toda la experiencia, el trabajo y la escuela se habían hundido irremediablemente…Pensamos que los padres y madres, como nosotros, no serían capaces de encajar el golpe y se irían marchando progresivamente de la escuela. El primer día que debían empezar las clases convocamos una asamblea general. Los padres y madres acudieron masivamente y fue la asamblea más numerosa de cuantas tuvimos. Nos encontramos con un grupo combativo, y a la cabeza de la ola luchadora estaban las madres. Ellas fueron casi exclusivamente las que protagonizaron las primeras y más decisivas gestiones con las autoridades. Las familias estaban indignadas, pero no derrotadas. Su reacción fue nuestro principal estímulo, porque es sorprendente la capacidad que tiene el pueblo para estar ante los desastres y no hundirse”, narran los autores del volumen mencionado anteriormente.

Una comisión de profesores y madres hizo llegar una carta al Ministro de Educación, que se comprometió a actuar directamente y nos trasladó a la Dirección General de la Educación General Básica que prometió unas nuevas aulas prefabricadas (caracolas) que llegarían en una semana y la construcción de un nuevo edificio de ocho aulas dentro del proyecto de reforma, ampliación y mejora. Este nuevo edificio se inauguró a principios del curso 1978-79 y dio paso a la desaparición de los barracones anteriores. A pesar de ello siempre se conoció a nuestro ‘cole’ con el sobrenombre de “Los barracones” y muchas personas del barrio lo conocen de esta manera.

Estructura

Es así como nuestro colegio no tiene una estructura organizada. Cada edificio responde a un momento histórico diferente porque, poco a poco, se fue abriendo paso en el barrio y, poco a poco, ha ido creciendo con los necesarios cambios que se han dado en el barrio. Era un colegio pequeño y en el año 1983 se amplió con la construcción del edificio de secretaría y de 5º y 6º. El barrio de Madrid Sur se transformó y cambió sus casas bajas por las actuales viviendas de cooperativas y, por lo tanto, el colegió dobló su capacidad. Para albergar al nuevo alumnado nos construyeron el nuevo y último edificio en 2004. Es así como el aspecto físico del colegio ha ido cambiando, pero su esencia ha permanecido a través de la comunidad educativa.

Y es que el colegio lo hemos hecho entre todas y todos. Las familias, el profesorado, los niños y las niñas que han ido pasando por él. Pelear por nuestros sueños siempre ha sido una constante y es que muchas veces nos hemos sentido abandonados por la administración educativa y nuestros recursos han sido pocos. Ante esta situación, siempre ha sido la lucha de las familias la que ha impulsado las mejoras construyendo una escuela más digna y con más recursos.

Fortalezas

Las fortalezas del colegio son muchas. Nos hemos gestionado a través de nuestras asambleas y en ellas las familias han sido muy importantes creando tejido social de colaboración, solidaridad y compromiso. Hemos dado la voz a los protagonistas: los niños y niñas que siempre han sido el centro de nuestro interés. Deben ser ellas y ellos los protagonistas de su aprendizaje participando en la construcción de sus saberes y, para ello, utilizan el plan de trabajo con el que se comprometen para mejorar y aprender.

Pero si algo ha sido identitario, ha sido y sigue siendo nuestra cooperativa escolar. Nació para poder dar respuesta a las necesidades económicas de las familias que sin recursos no podían comprar el material escolar. Las familias ponen en común una cuota que garantiza que todo el alumnado tendrá el material necesario, y también se garantiza las salidas a museos y actividades culturales. Esta forma de gestionarnos es una forma solidaria y ecológica de utilizar nuestros recursos pues los medios se comparten y se reutilizan a lo largo de los cursos.

Son parte de nuestras señas también el huerto escolar que existe desde hace más de 35 años y que sustenta el estudio de la naturaleza a través de la vivencia directa con las plantas. Hacemos una apuesta firme por una educación feminista basada en la coeducación que trabaja para conseguir la igualdad de niños y niñas desde la escuela, fomentando el respeto y la aceptación de todas las personas, igualando las expectativas ante el género.

Queremos una escuela plenamente integradora de todas las diferencias, con alumnado con discapacidad, de diferentes etnias, procedencia, nivel económico o social. Porque creemos firmemente que las diferencias nos enriquecen y nos fortalecen.

Crítica, participación y solidaridad

Creemos que nuestra educación debe ir enfocada a hacer niños y niñas felices, críticas, participativas y solidarias con sus compañeros y para conseguir esto es necesario trabajar la empatía, las emociones, la resolución de conflictos y buscar juntas formas de construir la paz y la justicia social.

Somos muchas y muchos los que hemos ido pasando por el ‘cole’ a través de estos 50 años. Madres, padres, profesoras, profesores, niños y niñas que ahora conformamos una inmensa familia que queremos nuestro colegio y que nunca olvidaremos que en él fuimos felices participando y dando un pedazo de nosotras mismas.

Queremos dar las gracias y un fuerte abrazo a todas las personas que lo habéis hecho posible. ¡¡A por otros 50 años más!! Feliz cumpleaños.

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