El capitalismo se ha apropiado no sólo de los bienes materiales, sino también de los inmateriales y dentro de ellos se encuentra el saber. De esta manera nos encontramos con que el saber es una mercancía más con valor en el mercado. Lo que llamamos la mercantilización de la educación.
“El ser humano no es otra cosa sino lo que la educación hace de él”, nos dice Kant, y cuando habla de educación hace referencia a dos aspectos muy diferenciados: el primero, más superficial y que tiene que ver con la información y con la apropiación acrítica de la misma y el segundo más profundo: basado en la creación, como una capacidad (intelectual) interior de principio y sentido de y en el mundo. Principios muy alejados de lo que dimanan de las reformas planteadas por el PP para el Sistema Educativo Español.
Plantea el Partido Popular y el Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Ignacio Wert que la educación debe ser más competitiva, basarse en la excelencia y calidad y mejorar sus resultados. También en ese sentido, Xavier Gisbert, Director Nacional de Evaluación y Cooperación Territorial del Ministerio (anterior Dr. General de Mejora de la Calidad de la Enseñanza de la Comunidad de Madrid) coincide con que lo que falla en el sector educativo es el factor “negocio”, que es el de atención al cliente.
Fuente: Diario progresista
El neoliberalismo, con su doctrina ideológica es el “telón de fondo” del ideario y del discurso pedagógico actual, donde ya no hablamos de emancipación, de educación para la ciudadanía, de capacidad crítica, de conocimientos, ni de procesos de enseñanza-aprendizaje; sino de eficiencia, eficacia, optimización de recursos, control y evaluación de resultados; nos hemos dejado en el camino al sujeto pedagógico (otrora educando) para sentar en las aulas a usuarios y, según la gestión del director y de la campaña de marketing que realice, clientes.
¿Estamos preparando ciudadanos o consumidores?
Estamos asistiendo a una prolongada devaluación de la educación como bien público, y esto, en España, no ha hecho más que empezar. Y como el Ministro Wert habla de lecciones aprendidas, nosotros tomamos como lección lo que ha pasado en USA, cuando en las década 80 y 90´ las oligarquías de derechas asaltan todos los “bastiones culturales: medios de comunicación, escuelas, universidades… (Susan George, 2007) y los ponen a merced de las reglas del sistema financiero.
Consultores en educación influyentes de grandes universidades (Stanford, Hudson Institute) diseñan los planes de estudios y proponen que “los directivos escolares procedan de grupos gerenciales de empresas y que consideren a los estudiantes como clientes y el aprendizaje como resultados mensurables” (Aronowitz, 1983, en Giroux, 2003), algo muy similar a lo que proponen tanto Gisbert como Wert cuando dice que es necesario “incrementar las competencias de los directivos y promover la profesionalización en la gestión de los centros” (31/01/2012)
La educación se convierte así en un escenario de lucha ideológica del orden empresarial, que impone unos bienes (bienes culturales), que ya han dejado atrás su función cívica, subjetivante, adentrándose a algo más parecido a una operación comercial, en la que el consumismo en una forma (la única forma) de ciudadanía para ofrecer.
Y retomando a Kant, nos quedamos en el reduccionismo más superficial de la educación: aquel de la información, el que construye el orden capitalista: el de consumidores de mercancía.
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