Editorial Revista In–fan–cia 143
No es la intención de este editorial dejar un regusto agridulce ni alimentar el pesimismo que se nos quiere imponer. Al contrario, el deseo de estas líneas es generar más energías para resistir, porque desde la resistencia encontraremos las formas de vencer.
La LOMCE se aprobó definitivamente el pasado noviembre, a pesar de las protestas de todo el sector de la comunidad educativa. Y creemos que de esto tenemos que hablar, aunque ya hemos hablado mucho. Pero, por otro lado, no queremos dejar pasar la oportunidad de recordar que en febrero de 2014 se cumplirán 20 años de la muerte de Loris Malaguzzi. Hoy más que nunca tenemos que hacer presente el niño potente, capaz y con cien lenguajes que él nos mostró. Pero sobre todo la escuela democrática llena de maestros entusiasmados, rigurosos y comprometidos con la pequeña infancia.
Y es aquí donde queremos detenernos. La LOMCE pretende destruir la democracia en la escuela, intenta destruir algunas certezas sobre el valor y el sentido de la educación infantil y sitúa de nuevo las escuelas infantiles en las afueras de la educación. La invasión neoliberal y mercantilista ha fijado sus ojos en los servicios de atención a la pequeña infancia, que ha convertido en un negocio que tiene que ser rentable, y ya sabemos que coste está teniendo esto. Ante esta realidad, ¿qué podemos hacer? No podemos dilapidar ni nuestra historia pedagógica ni las certezas y conocimientos que hemos ido forjando, reflexionando sobre nuestra práctica y conociendo otras realidades. Esto está en nuestras
manos. Los que han pensado y diseñado la LOMCE no contaban con un pequeño detalle: nuestra capacidad de resistir.
Más que resistir, ahora es necesario dar un paso más. Como nos decía Hessel, ya no basta con estar indignados, ahora es necesario comprometerse. Y este compromiso nos pide desobedecer. Desobedecer desde nuestra práctica diaria con los niños y niñas y ante la vida. Y hacerlo con aquello que no pueden robarnos: las actitudes, el pensamiento y las ideas. Los maestros y las familias somos los que podemos ir construyendo una cultura de infancia que se extienda al resto de la sociedad, y que vaya amarando de tal manera que genere un verdadero movimiento social que consiga una transformación. Generar la cultura de la infancia que tanto defendía Loris Malaguzzi y que necesita del diálogo y la participación de las familias, mostrar lo que hacemos y por qué, abrir las puertas de las escuelas y tejer redes es una rica manera de desobedecer. Esta sería una magnífica forma de rendirle un homenaje.
Los maestros concebimos la educación democrática, participativa y libre porque es también la sociedad en la que queremos vivir. Y, además, somos creativos. Pues busquemos las estrategias para hacerlo posible aunque ellos creen las suyas para destruirlo. Si pudimos hacer frente a una dictadura no hemos de tener miedo de saber resistir y vencer ante una ley de educación impuesta e injusta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario