lunes, 19 de diciembre de 2011

Segregación y excelencia. Angélica Pérez Paredes

Y al final de cualquier segregación, la desigualdad.

La segregación y concretamente la educativa es una enfermedad de mentes caudillistas. Los caudillos son aquello que creen estar llamados para guiar a su pueblo a la victoria. Pues en España y concretamente en la clase política existe una cierta propensión al caudillismo.

Esperanza Aguirre, sin ir más lejos quiere hacernos creer que un objetivo prioritario de la educación es dar instrumentos de excelencia a alumnos escogidos. Se refiere a los alumnos brillantes, los que exceden las puntuaciones normales y que seguramente encajan perfectamente en el modelo educativo neoliberal que Sebastián Piñera definiese no hace tanto como "bien de consumo".

Ha estado Esperanza Aguirre en una sesión de fotos en un instituto rememorando sus años de estudiante en el Instituto Británico, que teniendo Esperanza los años que tiene no suena precisamente a reparto de leche del Plan Marshall. Invoca "el esfuerzo y el mérito".

Quiere establecer un paralelismo entre esfuerzo y excelencia y esto pedagógicamente es inaceptable. Porque hay niños que se esfuerzan realmente y no alcanzan los objetivos: son excelentes dentro de sus limitaciones. La educación que nos presenta la presidenta es ideal, perfecta y sin fisuras: no tiene barracones con goteras, las bajas se cubren, los ratios por clase se cumplen y los niños que tienen necesidades específicas ven cómo se subsanan sin reparar en medios humanos y materiales. Ideal y por tanto, falsa. Si creemos en la educación como vehículo insustituible de socialización no segregaremos por coeficientes, barrios o capacidades.

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Estamos viviendo unos momentos en los que las personas con dificultades no encuentran demasiadas ayudas de la Administración para solventarlas. Y es que el ajuste (o recorte) en gasto social es un hecho que se constata en los programas que no se dotan, las subvenciones o becas que no terminan de llegar, las actividades culturales que no se programan, porque con cinco millones de parados no vamos a promocionar el ballet o el teatro... Eso sí, vámonos a cenar a ver si nuestro líder lo es o no, y mientras cenamos, discutimos. Y es que se pueden despertar las conciencias a base de ver las Troyanas y ahora mismo eso no conviene. Lo griego ya era subversivo muchos siglos antes que Papandreu fuera presidente.

Pues sí, la horquilla ideológica que apoya este modelo de excelencia académica, trufada de intereses económicos, debe sentirse mimada por Esperanza Aguirre. Es un nuevo modelo de negocio floreciente, la gestión privada en la educación igual que en la sanidad. Pero no es exclusivo de Madrid; en la Comunidad Valenciana estamos en un tris en las mismas, porque no somos tan ingenuos para pensar que ese diseño de la presidenta no será extensivo a otras regiones. Y al final de cualquier segregación, la desigualdad. Porque los niños necesitan de la experiencia, la paciencia, los medios humanos, el tiempo para repetir y repetir las cosas, las clases de repaso, todo lo que hace que el alumno de 4,5 sea un alumno de 6. Y el alumno que no supera la ESO debe tener un programa que le integre en el circuito de formación, porque ese alumno a su vez llegará a la edad laboral con carencias que le empujarán a un tipo de trabajo poco cualificado y en coyunturas como la actual, al paro. Personas que crecerán, formarán familias, tendrán hijos que no debemos dejar crecer en la creencia de que son de segunda, que fueron gravosos.


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1 comentario:

eduaccion.orcasur@gmail.com dijo...

Que razón tiene.
Es posible que en enero saquen una convocatoria para hacer Institutos "execelentes". Es una barbaridad estimular a que el objetivo de los centros educativos y de los profesores sea seleccionar a los "buenos" alumnos y rechazar a los "malos". Así el sistema no mejora. Ni siquiera mejoran los que resultan privilegiados.
Es mucho mejor desarrollar pacientemente políticas efectivas (que las hay) de éxito para todos. Las evidencias empíricas, como PISA, así lo demuestran.
Las políticas competitivas en educación son tan disparatadas como si se estimulase a que la gente para mejorar en la vida, en vez de trabajar y pagar impuestos, se dedicase a hacer trampas y robar a sus vecinos más débiles.