Contar con el cuerpo
Desde su creación las Escuelas de Verano son una seña de identidad de los Movimientos de Renovación Pedagógica y Acción Educativa, en su compromiso con una educación integral, coherente y transformadora, arranca su primera escuela en el año 75, desde entonces no hemos faltado a esta cita.
La Escuela de Verano es un lugar de encuentro, un espacio de formación, de reflexión sobre la práctica educativa para mejorarla, de intercambio de experiencias y de ideas. La Escuela de Verano es un tiempo para compartir.
Un espacio donde la palabra le da la mano a la reflexión y juntas nos llevan por senderos insospechados desde los que atisbamos un mundo mejor. El recorrido que planteamos este año parte desde nuestro propio cuerpo: descubrirlo en creatividad, transformarlo, que nos pertenezca como modo de exploración y expresividad… por ello hemos vislumbrado la inusitada necesidad de “Contar con el cuerpo”, para ello no podemos dejar de “Contar contigo”.
Matrícula hasta el 1 de julio. Contacta en su web. Puedes leer el editorial en el desplegable.
CONTAR CON EL CUERPO
Contar con la mano como un ábaco.
Contar con los dedos como títeres.
Contar con la piel como un paisaje
Contar con la voz como una fuente…
En el principio nos descubren nuestro cuerpo, nos lo señalan. Alguien próximo, la madre, nos lo va leyendo despacio, con sonoridad, página a página, sentido a sentido, nombrándolo, cantándolo, ritmándolo, acariciándolo…
La palabra poética pronunciada al par de la caricia que localiza y señala nuestro cuerpo, nos va configurando, dando forma, haciéndonoslo presentir y sentir.
En el principio nos descubren nuestro cuerpo, nos lo señalan. Alguien próximo, la madre, nos lo va leyendo despacio, con sonoridad, página a página, sentido a sentido, nombrándolo, cantándolo, ritmándolo, acariciándolo…
La palabra poética pronunciada al par de la caricia que localiza y señala nuestro cuerpo, nos va configurando, dando forma, haciéndonoslo presentir y sentir.
Nuestro cuerpo empieza siendo un desconocido. Nos relacionamos con la boca, con la boca nos tragamos el torrente de leche de la madre que nos habita, como nosotros la estuvimos habitando nueve meses de perfecto paraíso. Succionamos con avidez a la madre nutricia, con la boca nos la tragamos.
Con el oído nos llenamos de palabras. Palabras que en principio son sones, son rumores, ritmos acompasados al ritmo del corazón materno. De nuevo la madre regalándonos el otro alimento fundamental, las palabras. Madre repleta de verbos y afecto para construirnos.
Nos construyen con palabras y caricias. Nos construyen al nombrarnos y acariciarnos, recorriendo parte a parte nuestra geografía en un proceso ordenado y secuenciado que se inicia en la cabeza y termina en los pies.
Tras la cara dan forma y existencia, cuento a cuento, a nuestras manos. Las manos, primera noticia de sonoridad, palmas palmitas… Nuestro cuerpo es instrumento musical.
Las manos darán fe de la sensualidad del mundo. Y las manos, primer ábaco, están repletas de cuentos y fórmulas del contar. Cada dedo es un personaje, un primer títere.
Y así, de arriba abajo, nos conforman hasta el andar, hasta hacernos más autónomos paso a paso. Y seremos ya exploradores iniciales del espacio próximo, erguidos, sobre dos piernas, como ningún otro ser vivo.
Tiempo de auto-reconocernos. El tacto, la mirada, el olfato, el oído, el equilibrio para sabernos de la especie humana. Distintos, separados, de la madre que nos sofocaba la identidad. Únicos. Únicos e iguales al resto de seres humanos con quienes compartiremos el espacio, el tiempo, las necesidades y el oficio de vivir.
Primeros juegos de socialización, corros lunares, astrales, circulares para sentirnos uno más junto a los otros, compañeros de existencia. Y con la totalidad de nuestro cuerpo saltaremos, correremos, bailaremos, nos esconderemos, rodaremos marcando ritmos poéticos para que nuestro cuerpo se organice, se armonice y se crezca naturalmente. Juego compartido para dotarnos de sentido y armonía. Jugar al son de las palabras ritmadas. Sortear con ritmos.
Conocer y nombrar el entorno con ritmos. Y así hasta el final: cuerpo sonoro, creciente, hacedor, esencial, efímero, total.
Pero la escuela, ay, cuántas veces, desconoce este proceso de pedagogía natural o no lo tiene en cuenta. Y cuántas veces, ay, ignora el cuerpo y desconsidera todo un trabajo secular de reconocimiento y construcción poética del ser.
Nada se enseña de las gracias y donaires del cuerpo, al fin y a la postre nuestro único bagaje. Quedamos reducidos al traje que nos cubre y uniforma. Para la escuela, en general, dentro del vestido no hay gran cosa, o no es digna de ser observada, conocida y mostrada sino accidental y superficialmente.
Tal vez la influencia nefasta de la religión, que siempre consideró el cuerpo un obstáculo para “su idea de perfección”, haya condicionado la visión que de lo corporal tiene la escuela: Nada se enseña más allá de las funciones de locomoción, nutrición y excreción, quedando sensualidad, sexualidad, expresividad, relaciones y amor, como lecciones ajenas y postergadas.
Y es que la escuela, oficialmente, suele obedecer los dictados de esta sociedad neoliberal, clerical, puritana y moralista que nos habita y mortifica. El cuerpo es para ella germen del mal y los desvíos morales.
Sólo un cuerpo y una mente adocenados serán serviles, serán fabriles. Y eso pretenden, que no se eduque para la libertad y el desarrollo pleno de las facultades de todo ser humano.
Saben muy bien que eso se consigue castrando el potencial creativo del hombre y la mujer, cuerpos al fin, cuerpos inteligentes y sabios como dioses.
Es preciso combatir esa concepción castradora del ser. Y para ello abogamos por una escuela que cuente con el cuerpo, y que cuente cuánto cuenta el cuerpo. Que cuente con las manos, con la palabra, con el ojo, con el oído, con la sensualidad, con la imaginación y con la inteligencia libres, creadoras y solidarias.
…Contar con el ojo como un cíclope.
Contar con el cuerpo como un prodigio.
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