- Falta de fundamento pedagógico.
- Ausencia de rigor didáctico.
- Confusión absoluta a la hora de definir objetivos-contenidos-criterios de evaluación.
- Desequilibrio en la importancia dada a las diferentes áreas o asignaturas.
- Una concepción obsoleta del aprendizaje de la historia.
- Un reparto irracional de la carga horaria.
- Todo ello trufado con ocurrencias, afirmaciones absurdas.
Un dislate educativo, un monumento a la irracionalidad y a la incompetencia. Un retroceso inaceptable.
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