Finalmente, algunas reflexiones sobre los pros y los contras de una reforma ortográfica.
La reforma radical, extremista, facilitaría el acceso a la lectura de todas las generaciones futuras. Pero tiene el inconveniente de convertir los textos antiguos en obsoletos. Las economías de los países hispanos no pueden permitirse una renovación total de sus fondos bibliográficos. Tal vez sea más razonable esperar a que la tecnología de la información haga fácil un cambio global de textos en soporte informático. Mientras, tal vez una reforma moderada sea suficiente.
Se adopte una reforma radical o una reforma moderada, lo más importante es que se haga de manera consensuada y manteniendo la unidad de la norma, que como decía en la primera parte es un tesoro que debemos conservar.
De todos modos, raramente los opositores a la reforma ortográfica usan este tipo de argumentos. Suelen limitarse a bramar cual borregos por la tradición y la estética.
No hay ninguna razón de peso para oponerse a una reforma moderada (que consiste esencialmente en eliminar las letras "v" y "h", aparte de otros detalles menores).
Aparte, hay muchas y muy buenas razones, dignas de ser tenidas en cuenta, para defender la reforma radical, y no estaría mal tener el criterio fonémico y democrático siempre in mente al introducir términos nuevos en el lenguaje.
Para acabar, cito de memoria un soneto de Góngora que creo que contiene todos los rasgos de la reforma e irá bien para ilustrar estas ideas. Si me equivoco al citar el poema es lo de menos: se trata de ilustrar el tema del artículo. Y perdón por el tema hipernacionalista del poema...
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