Via English Language Education
Dear Dr. Schleicher:
Nos dirigimos a usted en su calidad de director del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) de la OCDE. Ahora en su décimo tercer año, PISA es conocida en todo el mundo como un instrumento para clasificar a los países miembros de la OCDE y a los países no miembros (más de sesenta en el último recuento) de acuerdo con una medición de los logros académicos de estudiantes de 15 años en matemáticas, ciencias y lectura. Administrada cada tres años, los resultados de PISA son esperados de manera ansiosa por los gobiernos, ministros de educación y los consejos editoriales de periódicos, y se citan con autoridad en un sinnúmero de informes sobre políticas. Los resultados de PISA han comenzado a influir profundamente las prácticas educativas en muchos países. Como resultado de PISA, los países están revisando sus sistemas educativos con la esperanza de mejorar sus clasificaciones. La falta de progreso en PISA ha dado lugar a declaraciones de crisis y sobre el “shock PISA” en muchos países, seguidas por solicitudes de renuncias, y reformas de gran alcance de acuerdo con los preceptos PISA.
Estamos francamente preocupados por las consecuencias negativas de la clasificación PISA. Estas son algunas de nuestras preocupaciones:
-si bien las pruebas estandarizadas se han utilizado en muchos países desde hace décadas (a pesar de las serias reservas sobre su validez y confiabilidad), PISA ha contribuido a una escalada en dichas pruebas y a una dramáticamente incrementada dependencia en las mediciones cuantitativas. Por ejemplo, en los Estados Unidos, PISA ha sido invocada como una justificación importante para el reciente programa “Race to the Top”, que ha incrementado el uso de pruebas estandarizadas para la evaluación de estudiantes, maestros, y administradores, las cuales los clasifican y etiquetan de acuerdo con los resultados de las pruebas ampliamente conocidas por ser imperfectas (véase, por ejemplo, la inexplicable caída de Finlandia desde la cima de la tabla PISA);
-en política educativa, PISA, con su ciclo de evaluación cada tres años, ha provocado un cambio en la atención a las soluciones a corto plazo diseñadas para ayudar a un país a escalar rápidamente la clasificación, a pesar de que las investigaciones muestran que cambios duraderos en la práctica educativa tardan décadas, no algunos años para llegar a buen término. Por ejemplo, sabemos que el estatus del personal docente y el prestigio de la docencia como profesión tienen una fuerte influencia en la calidad de la enseñanza, pero ese estatus varía fuertemente entre las culturas y no puede ser fácilmente influenciado por políticas de corto plazo;
-haciendo hincapié en una estrecha gama de aspectos mensurables de la educación, PISA desvía la atención de los objetivos educativos menos medibles o inconmensurables como el desarrollo físico, moral, cívico y artístico, por lo tanto reduce peligrosamente nuestro imaginario colectivo acerca de lo que la educación es y debería ser;
-como una organización de desarrollo económico, la OCDE está sesgada de forma natural en favor de la función económica de las escuelas públicas. Pero la preparación de hombres y mujeres jóvenes para el empleo remunerado no es el único, y ni siquiera el objetivo principal de la educación pública, que tiene que preparar a los estudiantes para participar en el autogobierno democrático, la acción moral, y una vida de desarrollo personal, crecimiento y bienestar;
-a diferencia de las organizaciones de las Naciones Unidas (ONU) como la Unesco o la Unicef que tienen mandatos claros y legítimos para mejorar la educación y la vida de los niños alrededor del mundo, la OCDE no tiene ese mandato. Tampoco existen, en la actualidad, los mecanismos de participación democrática efectiva en su proceso de toma de decisiones sobre educación;
-para llevar a cabo PISA y una serie de servicios de seguimiento, la OCDE ha adoptado las “asociaciones público-privadas” y entró en alianzas con multinacionales con fines de lucro, que pueden beneficiarse económicamente de cualquier déficit –real o percibido- sacado a la luz por PISA. Algunas de estas empresas ofrecen servicios educativos a las escuelas estadounidenses y a los distritos escolares de manera masiva y con fines de lucro, al tiempo que persiguen planes de desarrollo de la educación primaria con fines de lucro en África, donde la OCDE ahora está planeando introducir el programa PISA;
-por último, y lo más importante: el nuevo régimen de PISA, con su continuo ciclo de pruebas global, perjudica a nuestros hijos y empobrece nuestras aulas, ya que implica, inevitablemente, cada vez más largas baterías de pruebas de selección múltiple, más lecciones escritas tipo guion hechas por el vendedor, y menos autonomía para nuestros maestros. De este modo, PISA ha aumentado aún más el ya alto nivel de estrés en nuestras escuelas, lo que pone en peligro el bienestar de nuestros estudiantes y profesores.
Estas situaciones están en conflicto abierto con los principios ampliamente aceptados sobre la buena práctica educativa y democrática:
-ninguna reforma de cualquier trascendencia debe basarse en una única medida estrecha de calidad;
-ninguna reforma de cualquier trascendencia debe pasar por alto el importante papel de los factores no educativos, entre los cuales la desigualdad socio-económica de un país es de suma importancia. En muchos países, incluyendo los Estados Unidos, la desigualdad ha aumentado dramáticamente en los últimos 15 años, lo que explica una brecha educativa cada vez mayor entre ricos y pobres, en la que las reformas en educación, no importa cuán sofisticadas sean, es poco probable puedan remediar;
-una organización como la OCDE, como cualquier organización que afecta profundamente la vida de nuestras comunidades, debe estar abierta a la rendición de cuentas democrática por los miembros de esas comunidades.
Estamos escribiendo no solo para señalar las deficiencias y los problemas. También nos gustaría ofrecer ideas constructivas y sugerencias que pueden ayudar a aliviar las preocupaciones antes mencionadas. Mientras que de manera alguna completa, las ideas ilustran cómo el aprendizaje se puede mejorar sin los efectos negativos anteriormente mencionados:
-desarrollar alternativas a las tablas de clasificación: explorar formas más significativas y menos fácilmente sensacionalistas de informar los resultados de la evaluación. Por ejemplo, la comparación de los países en desarrollo, donde los jóvenes de 15 años son reclutados regularmente en el trabajo infantil, con los países del primer mundo no tiene ni sentido educativo ni político y expone a la OCDE para acusaciones de colonialismo educativo;
-dar lugar a la participación de toda la gama de integrantes y escolaridad correspondientes: a la fecha, los grupos con mayor influencia sobre qué y cómo se evalúa el aprendizaje internacional son profesionales en psicometría, estadísticos y economistas. Sin duda merecen un lugar en la mesa, pero también lo merecen muchos otros grupos: los padres, los educadores, administradores, líderes comunitarios, estudiantes, así como académicos de disciplinas como la antropología, la sociología, la historia, la filosofía, la lingüística, al igual que de las artes y las humanidades. Qué y cómo se evalúa la educación de los alumnos de 15 años de edad, debe ser objeto de debates sostenidos con todos estos grupos a nivel local, nacional e internacional;
-incluir a las organizaciones nacionales e internacionales en la formulación de métodos y normas cuya misión va más allá del aspecto económico de la educación pública y cuya preocupación son la salud, el desarrollo humano, el bienestar y la felicidad de los estudiantes y profesores. Esto incluiría las organizaciones antes mencionadas de las Naciones Unidas, así como las asociaciones de profesores, padres y administradores, por mencionar algunos;
-publicar los costos directos e indirectos de la administración de PISA para que los contribuyentes de los países miembros pueden evaluar usos alternativos de los millones de dólares gastados en estas pruebas y determinar si quieren continuar con su participación en estas;
-acoger la vigilancia por parte de equipos internacionales de supervisión independientes que puedan observar la administración de PISA desde la concepción a la ejecución, de tal forma que las preguntas sobre el formato de las pruebas y los procedimientos estadísticos y de puntuación puedan ser sopesados con justicia en contra de acusaciones de parcialidad o comparaciones injustas;
-proporcionar informes detallados sobre el papel de las empresas privadas con ánimo de lucro en la preparación, ejecución y seguimiento de las evaluaciones trianuales de PISA para evitar conflictos de intereses en apariencia o reales;
-desacelerar el monstruo de las pruebas. Para ganar tiempo para discutir los temas mencionados aquí a nivel local, nacional e internacional, consideren la no realización del siguiente ciclo de PISA. Esto daría tiempo para incorporar el aprendizaje colectivo que dará como resultado un nuevo y mejor modelo de evaluación producto de las discusiones sugeridas.
Suponemos que los expertos de PISA de la OCDE están motivados por un deseo sincero de mejorar la educación. Pero no somos capaces de entender cómo su organización se ha convertido en el árbitro mundial de los medios y fines de la educación de todo el mundo. El estrecho enfoque de la OCDE en las pruebas estandarizadas arriesga convertir el aprendizaje en monotonía y matar la alegría de aprender.
Como PISA ha llevado a muchos gobiernos a una competencia internacional por resultados más altos en los exámenes, la OCDE ha asumido el poder de moldear la política educativa en todo el mundo, sin ningún debate acerca de la necesidad o las limitaciones de los objetivos de la OCDE. Estamos profundamente preocupados de que la medición de una gran diversidad de tradiciones y culturas educativas utilizando un solo estrecho y sesgado criterio podría, en última instancia, hacer un daño irreparable a nuestras escuelas y a nuestros estudiantes.
Sincerely,
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