Uno de los tres aspectos donde el decreto de requisitos de infantil de la Comunidad de Madrid ha supuesto un retroceso ha sido el de las ratios. Más grave cuando partíamos de unas ratios que, como podemos ver en la imagen (pica en ella para verla en grande), eran extremadamente altas en comparación con el resto de países europeos. En la etapa infantil hay una relación directa entre cantidad y calidad dado el carácter individualizado de los procesos de desarrollo y de aprendizaje.
Tanto en la práctica de países de Europa y Norteamérica, donde es impensable la masificación de nuestras aulas, como en estudios que se han hecho sobre el efecto de la disminución de ratios las conclusiones son tajantes. Las ratios bajas son claves en el caso de los niños pequeños y en la de aquellos niños procedentes de un entorno socioeconómico desfavorecido.
No nos puede extrañar que los buenos resultados de Finlandia (por ejemplo) vayan precedidos de un entorno de aprendizaje respetuoso de los niños y sus necesidades
Es importante saber que lo que vivimos cotidianamente en nuestras aulas ni es normal ni es defendible, por eso no debemos ceder en las pretensiones de la Consejería, dispuesta a empeorar ratios, que como sabemos además luego incumple admitiendo niños por exceso de ratio o no descontando plazas por la incorporación de criaturas con necesidades educativas especiales.
Cuando reclamamos al Ministerio de Educación el establecimiento de unos requisitos mínimos comunes para toda España no podemos conformarnos con las ratios del 1004, sabemos el tipo de relación y de práctica educativa que provocan grupos masificados, sabemos el estrés personal que pueden sufrir los niñ@s (todos o algunos) y conocemos el estrés laboral que aleja a estupendas profesionales de esta etapa.
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