Muchas veces uno quiere escribir algo y se encuentra con alguien que dice lo mismo pero mucho mejor escrito. Es el caso de 'Nasty party' publicado por Jesús Ruiz Mantilla en El País del 13 de abril de 2004
Una de las grandes cosas que ha de apuntarse como tanto a favor Esperanza Aguirre en Madrid es la educación bilingüe. El esfuerzo para que los niños y niñas de la Comunidad aprendan un idioma que les va a resultar fundamental para desenvolverse en la vida resulta imprescindible. Aplaudimos. Ahora, vamos a hacer las cosas bien. Porque, como los encargados de transmitir la lengua de Shakespeare a los chavales utilicen el mismo inglés que la presidenta, vamos listos.
Aguirre utilizó como siempre su vocación malabarista para las medias verdades
En aquello que fue toda una presentación de credenciales ideológicas esta semana en el foro de Abc, Aguirre utilizó como siempre su vocación malabarista para las medias verdades. Soltó aquello de que no convenía que la gente continuara viendo a su partido como lo que los ingleses llaman un nasty party. Y tradujo: partido antipático. Pues sí, pero no. Más bien, no es eso.
La versión es demasiado libre. Resulta todo un barrido para casa. Una técnica que ella domina como nadie. Como se aprende en cualquier curso de iniciación, la palabra nasty no quiere decir antipático, sino más bien guarro, desagradable, asqueroso, puerco, obsceno... Sobran acepciones. Pueden elegir la que más les convenga. Pero en dicho sentido. ¿Es eso lo que Aguirre opina del PP? ¿En quién pensaba?
No seamos obtusos, de todas formas. No hay nada más cerril que las traducciones literales. Además, ya que sus asesores parecen incapaces para hacerle bien el trabajo, vamos a aclararle a la indecisa candidata de dónde viene la cosa. Seguramente Aguirre se refería a aquel famoso discurso de la diputada conservadora Theresa May, que fue presidenta de los tories. En una intervención de la conferencia anual de su partido en Bournemouth, May dijo aquello de que los suyos debían esforzarse por no parecer un nasty party ante la opinión pública.
No es que se refiriera sólo al mal rollo que despertaban, que debían demostrar una nueva capacidad para ser open minded, es decir, abiertos, sino a los episodios de corrupción y escándalos sexuales que les rodeaban entonces por todas partes. La señora también añadió que resultaban un partido repelente y nada atractivo: "Dejémonos de moralinas, de señalar hipócritamente con el dedo", resaltaron los periódicos. Son muy débiles los hilos que conectan aquella intervención de May ante los tories con el discurso de Esperanza Aguirre. Simplemente es otra artimaña trilera más de la presidenta. Se colocó su traje de caperucita, su pielecilla de corderina del belén navideño para despistar.
Lo conseguiría si no tuviera una gestión detrás en la Comunidad de Madrid. Si no desmintiera con hechos concretos cualquier rollo patatero que se marque en sentido contrario. No empleemos ya la acepción nasty party porque se le vuelve demasiado en contra. Ciñámonos más a la versión cheli de "partido antipático" en el terreno de las ideas, como Aguirre dice quiere ahora, y no de cuotas de poder, como en realidad sucede. ¿Es ella la más indicada para promover un giro que, de repente, por arte de magia, les convierta en simpáticos?
Tendrán que empezar de cero. Un partido simpático no se limita a lucir sonrisa profidén en los barrios que visita y en cada entrevista, sino que respeta el derecho de los pacientes a morir sin dolor y no persigue a médicos que apliquen esas terapias necesarias en los hospitales públicos. Un partido simpático no promueve su propia inquisición a capricho contra las clínicas abortistas, a ver si se las pilla en cualquier renuncio de letra pequeña. Un partido simpático no controla con mano de hierro ni manipula infantilmente una televisión pública como Telemadrid y luego va diciendo por ahí que el modelo es la BBC. A no ser que quieras provocar el descojono general proclamando eso. Un partido simpático no emplea discursos de enfrentamiento entre españoles e inmigrantes para rebañar votos, ni desmantela los servicios públicos provocando colas en las urgencias sanitarias a mansalva. Un partido simpático no sale con los obispones a la calle a pisotear los derechos de los homosexuales... Un partido simpático, para empezar, vive en el siglo XXI. ¿Queda claro?
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