
El ruido mediático y callejero de los obispos o su oposición a la Educación para la Ciudadanía suenan muy estridentemente como las respuestas del miedo a la pérdida de influencia y poder. Y es mucho más el reflejo de una situación de debilidad acosada que de superioridad optimista porque nace de la conciencia de marginalidad: reacciona defensivamente ante la hegemonía de los principios del Estado laico (incluso a pesar de la vigencia de los acuerdos abusivos y disparatados con el Vaticano, originados en el Concordato de 1953).
Artículo aparecido en El País 21.03.2009. Para leer el artículo entero haz clic aquí.
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