Seguiremos luchando por una sociedad que forme una comunidad de ciudadanos
George Lakoff en su excelente obra “No pienses en un elefante” nos describe el egoísmo del pensamiento de la derecha. Por ello, anualmente, los conservadores han de invertir miles de millones de dólares en “convencer” a gran parte de la población para que vote en contra de sus propios intereses.
Pero un abismo infranqueable separa los postulados de la izquierda y la derecha. Así, la izquierda ha sufrido persecución, prisiones y muerte por defender la jornada laboral de ocho horas, el salario mínimo, las vacaciones pagadas, la igualdad de sueldo para ambos sexos, la educación y sanidad públicas y universales, la ampliación de derechos a los homosexuales, el respeto al medio ambiente…
Fuente: El Plural
Por el contrario, los conservadores no solo se han opuesto, mientras han podido, a lo anterior, sino que sus actuales “recetas” rebosan de píldoras venenosas como la educación “a dos velocidades” (una para acomodados y otra para inmigrantes y familias modestas), la sanidad privada, el empleo precario, el “despido libre” (salvo para ejecutivos torpes que gozan de contratos blindados), el recorte en servicios públicos, la entrega a manos viscosas de servicios esenciales para los ciudadanos, la agresión al medio ambiente… ¿Cómo no proclamar que la izquierda es moralmente superior a la derecha?
Así, mientras la izquierda considera la educación como un instrumento de mejoramiento personal, progreso e igualdad, la derecha persigue convertir escuelas y universidades en fábricas de desigualdad en función de los ingresos familiares.
Además, con un cinismo de pedigrí, los neocon pretenden ahora arrogarse logros económicos forjados con el sudor, las privaciones y estrecheces de millones de trabajadores y, lo más importante, con la cualificación que esos hombres y mujeres obtuvieron en escuelas pagadas con dinero de todos.
Asimismo, los “milagros económicos” neoliberales se han deslizado sobre una red de infraestructuras (autopistas, aeropuertos, universidades, telecomunicaciones, etc.) sufragados con fondos públicos. Si hubiéramos dependido de postulados neocon aún nos comunicaríamos con señales de humo.
Vergonzosamente, el discurso de la derecha predicando las “maravillas” de la desregularización, flexibilización, privatización y búsqueda del beneficio a toda costa, nos ha abismado a una crisis mundial donde los gurús del neoliberalismo suplican ayuda al “ineficaz Estado”… ¿dónde se ha escondido la “mano invisible” del mercado que todo lo arreglaba sin la intervención pública?
Contra la entronización del privatismo egoísta que preconiza la derecha, la izquierda ha luchado por la subida de salarios, la ampliación de los modelos de familia, los seguros obreros, los derechos de las mujeres, la defensa del medio ambiente, buenas escuelas públicas, leyes de dependencia, bosques por los que podamos caminar, protección policial…
Frente a una buena educación solo para ricos, hospitales privados y presencia asfixiante de la superstición religiosa en la vida pública, nosotros, la izquierda, estamos orgullosos de la lucha histórica de los movimientos sindicales, de la emancipación de la mujer, de quienes sufrieron prisión y muerte por los derechos de los trabajadores, de los movimientos por los derechos civiles, del movimiento feminista, del movimiento ecologista y de los movimientos por los derechos de gays y lesbianas.
Y seguiremos luchando por una sociedad que forme una comunidad de ciudadanos y no la suma de intereses egoístas y desigualdades de cuna, una sociedad que se comporte como una familia generosa donde las personas se preocupen por los demás y no solo por sí mismas.
Por todo lo anterior y por otras muchas razones, la izquierda es moralmente superior a la derecha.
Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor
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