La reciente publicación de un Manifiesto promovido por la Junta de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid en el que muestra su oposición al nuevo Master de Especialización Didáctica en sustitución del Curso de Adaptación Pedagógica (CAP) ha sacado a la luz un interesante debate sobre la pedagogía, la enseñanza y la formación necesaria para convertirse en profesor/a de Secundaria. Un debate que, de forma subterránea, arrastramos desde la aprobación de la LOGSE.
¿Podemos debatir sobre esta formación desde planteamientos racionales, lógicos o científicos? Las voces que estos días se manifiestan en los periódicos (como podemos leer en el desplegable) ponen difícil un debate centrado en los hechos dada su tendencia a usar argumentaciones descalificadoras y poco fundamentadas en datos, investigaciones o estudios pero, pese a ello lo vamos a intentar.
La estafa del enseñar a enseñar Andrés de la Oliva y otros. Fuente: El Páis
La publicación en EL PAÍS de un Manifiesto Contra el Nuevo Máster de Formación del Profesorado (ECI/3858/2007) ha sido respondida en estas páginas por algunos pedagogos que lo defienden. Las pretendidas evidencias con que argumentan son, sin embargo, falsas. La tesis principal es que un profesor no sólo debe conocer su materia, sino que debe también aprender a enseñarla. Esto parece muy de "sentido común", pero es un sofisma con el que los "expertos en educación" llevan muchos años abduciendo a las autoridades ministeriales. Los futuros profesores, se dice, deben "aprender a enseñar" y los alumnos "aprender a aprender". Para conseguirlo, existe un cuerpo de especialistas (con sus propios intereses corporativos), cuya función es "enseñar a enseñar". Ahora bien, para ello precisamente se confió a los pedagogos el curso del CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica). Este curso jamás se ha sometido a una evaluación objetiva entre los profesores de secundaria y bachillerato. Se sabía de sobra que los profesores no sólo no avalarían su utilidad, sino que lo valorarían como una estafa o una impostura. ¿Qué solución propone el ministerio? Nada menos que sustituir el quinto año de preparación disciplinar específica por un Máster de Formación del Profesorado que no es más que un CAP más largo y más caro. Cualquier cosa menos preguntar a los profesores sobre la utilidad en las aulas de la formación pedagógica. Por lo visto, los únicos que saben lo que se necesita en las aulas son los que jamás han pisado un aula. Por lo mismo, los únicos que saben cómo se enseña matemáticas, gramática o historia, son los que no saben ni matemáticas, ni gramática, ni historia (pero son, en cambio, expertos en enseñar a enseñar cómo se aprende a aprender).
¿Por qué el CAP ha sido una estafa y una vergüenza todos estos años? No porque fuera muy corto, sino porque es falso que quien no sabe matemáticas pueda enseñar a enseñar matemáticas. Y todavía es más falso que haya un saber que no sea ni física, ni latín, ni geografía, y cuyo contenido sea el enseñar en general para cualquiera de esas disciplinas. Un profesor debe saber captar la atención de los alumnos enseñándoles a amar el conocimiento, y para lograrlo no hay otra garantía que su propio amor por el conocimiento. Las matemáticas, la historia o el derecho procesal son apasionantes y la obligación de un profesor es saber transmitirlo a sus alumnos. Ahora bien, su mejor arma, en realidad su única arma, es saber matemáticas, historia o derecho procesal. ¿Saber historia no significa saber enseñar historia? Cualquier docente experimentado diría que la cosa es exactamente al revés: la mejor prueba de que algo que uno creía saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo. Si no se sabe cómo enseñar algo es porque no se sabe suficientemente, y la consecuencia es que hay que estudiarlo más y mejor. Estudiar más física, matemáticas o latín, no pedagogía. Por supuesto que siempre habrá grandes investigadores muy sabios que no amen la enseñanza y se nieguen a ejercerla. La figura del buen investigador y mal docente no cesa de blandirse como un argumento incontestable, pero es una falacia: los investigadores que no aman la enseñanza enseñan mal, no porque no sepan, sino porque no quieren hacerlo, y ningún curso de formación del profesorado les hará cambiar de opinión. Por otro lado, licenciados que nunca han enseñado no saben enseñar, pero no porque les falte teoría pedagógica (o psicopedagógica), sino porque les falta práctica docente. El acceso a la profesión de profesor, como a la de juez o a la de médico, no debería hacerse sin haber superado un periodo de prácticas seriamente concebido, tutelado, y remunerado. Y por cierto que sólo una vez acreditada una formación no básica y generalista, sino avanzada y específica en un campo determinado de conocimiento. Es lo único que solicita el denostado Manifiesto. Eso, y que se deje de tomar el pelo a la sociedad mientras se desmonta pieza a pieza el sistema de instrucción pública.
Andrés de la Oliva es catedrático de Derecho de la Complutense de Madrid (UCM). Firman el texto otros 15 profesores de universidad o instituto, entre los que figuran Tomás Calvo, catedrático de Filosofía de la UCM; José Luis Pardo Torío, catedrático de Filosofía de la UCM; Alberto Fernández Liria, psiquiatra y profesor asociado de la Universidad de Alcalá; Juan José Fernández Parrilla, profesor de matemáticas de secundaria, y Silvia Porres Caballero, profesora de griego de secundaria.
3 comentarios:
Aprender a enseñar
Miguel Ángel Gómez Crespo - IES Victoria Kent. Torrejón de Ardoz, Madrid - El País 14.12.2008
Dos artículos de EL PAÍS me han causado asombro y sonrojo (Algunos males del sistema educativo, R. Moreno, 4 de diciembre; La estafa de enseñar a enseñar, A. de la Oliva, 8 de diciembre). Defienden que no es necesario que un profesor aprenda a enseñar, que un mal de nuestro sistema son los expertos en la formación de docentes o se niega la posibilidad de "un saber... cuyo contenido sea el enseñar..." y que las investigaciones e innovaciones didácticas tengan valor. Parece que cuando todo cambia lo único que no debería cambiar es la enseñanza.
Es cierto que sin una sólida base disciplinar no se puede ser profesor, nadie lo duda. Pero no es garantía de que los alumnos aprendan. Todos hemos tenido algún mal profesor buen conocedor de su materia. Los buenos alumnos aprenden con profesores que no saben enseñar, pero los estudiantes con más dificultades, no.
Es cierto que hay expertos que no han pisado un aula de secundaria, pero hay muchos que sí lo han hecho. ¿Rechazaríamos a un epidemiólogo que no haya sido médico de familia?
A lo largo de los años, a veces no he conseguido lo esperado con mis alumnos. Lejos de delegar responsabilidades en causas externas, he buscado con autocrítica qué podía cambiar yo. Aunque a R. Moreno le parezca una "necedad", como profesor de física y química, aprendo de revistas y libros de didáctica y del contacto con profesionales de otros campos.
Su trabajoe de partida. Los artículos citados dejan un poso amargo y no puedo evitar ver un cierto "elogio de la ignorancia", peligroso en tiempos en los que alumnos y sociedad parecen evolucionar más rápidamente que docentes y escuela.
Para mejorar el sistema educativo
Juan Antonio Planas Domingo (Presidente de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España) - El País 17.01.2009
Los informes de la OCDE y de PISA nos sitúan en el furgón de cola de Europa. Es paradójico que la octava potencia económica mundial haya descuidado durante tantos años su sistema educativo. A pesar de esta situación, hay colectivos reacios a cualquier innovación, más preocupados en defender sus intereses corporativos que en proponer cualquier medida de mejora. Si precisamente de algo ha adolecido nuestro sistema educativo es de la falta de formación psicopedagógica de nuestro profesorado, y así nos va.
Las cifras de abandono y fracaso escolar en todas las etapas educativas ponen de manifiesto la necesidad de cambios en la metodología docente y en la formación del profesorado. Todavía no se está realizando una formación psicopedagógica de calidad que dé respuesta a los problemas educativos de nuestras aulas. No es lo mismo dar clase a un grupo homogéneo que a otro heterogéneo, con diferentes capacidades y rendimiento.
Hay que asesorar al profesorado en cuanto a problemáticas que antes se desconocían, como alumnado disruptivo, desmotivación, déficit de atención, hiperactividad, anorexia, bullying o ciberadicción. También precisan formación en temas como materiales específicos para la diversidad, agrupamientos flexibles, nuevas tecnologías aplicadas a la educación, evaluación, mejora de la tutoría, medidas para mejorar la convivencia, etcétera.
El futuro profesorado precisará experiencias directas y ejemplificaciones de la tarea de enseñar, más que conocimientos de su disciplina que al poco tiempo quedarán obsoletos.
Enseñar a enseñar
Eduardo Vidal-Abarca (Catedrático de Psicología de la Educación) - Universidad de Valencia. El País 16.12.2008
En el artículo La estafa del enseñar a enseñar (EL PAÍS, 8 de diciembre) se critica el nuevo master de Formación del Profesorado, obligatorio para los futuros profesores de Educación Secundaria y Bachillerato. Los límites de una carta no me permiten extenderme en la defensa del master, pero quisiera aclarar algunos errores. Del artículo parece deducirse que la formación del master estará a cargo de pedagogos. No es así. Sólo 12 de los 60 créditos tendrán contenido pedagógico, psicológico y sociológico. El resto tendrá contenido de la especialidad del futuro profesor y será impartido por titulados de esas especialidades, muchos de ellos especialistas en la enseñanza de las mismas (matemáticas, física, historia, etcétera). Los psicólogos impartirán aproximadamente la tercera parte de esos 12 créditos arriba mencionados.
He realizado investigaciones sobre el aprendizaje y la comprensión de materias específicas (por ejemplo, física, biología e historia), muchas en colaboración con especialistas de estas materias. Aseguro que las conclusiones de esas investigaciones no son puro sentido común, sino que suponen un conocimiento tan consolidado como otros conocimientos científicos, el cual será útil para los futuros profesores. En los países de nuestro entorno la formación de los futuros profesores es similar a la que aquí se propone. Lo que deberíamos hacer es organizar bien el master, no como el antiguo Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP), cuya baja calidad era un secreto a voces.
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